Beloit’s public library is hosting the holiday Day of the Dead or Día de Muertos, going on till the end of this week. For many Latinos, this holiday is a special time of reuniting with dead family members but for many other Latinos, it’s an embarrassing tradition that should have died a long time ago. The holiday originated in the pre-Spanish era, during the Aztec empire. In an Aztec fable, a day was dedicated to Mictecacihuatl, the lady who guards the bones of the dead. Since then, families in my home country of Mexico would dedicate November 1st and 2nd to this holiday. They celebrate in the hopes of seeing their dead relatives appear for one day out of the year. They believe these relatives are allowed to exit purgatory or their dead state, to visit the living for one day. Altars are built and dolls are fashioned to represent dead relatives. They would set out a dead relative’s favorite food and drink with the idea that the relative will visit and eat and drink with them.
The idea is foreign to the average american perhaps because this holiday is celebrated without too much mention of their beliefs. We hear about Día de Muertos and see the skeletons, parades and decorations, but little mention is made of the actual beliefs. Many Latinos see this holiday as a bothersome memory of times past and as a superstition that delays modernization of our civilization. They have moved on to high-tech, smart phones, AI, robotic technology and space exploration. Many compare those who celebrate Día de Muertos to children who believe in Santa Clause or believe the Avengers are real. Perhaps these Latinos will eventually disrupt the holiday tradition enough to put an end to it indefinitely. Neither my mother nor I celebrate this holiday but out of respect to my elderly grandmother, we suffer seeing her altar in her family room.
La biblioteca pública de Beloit está organizando el Día de los Muertos, que continúa hasta el final de esta semana. Para muchos latinos, esta festividad es un momento especial para reunirse con familiares fallecidos, pero para muchos otros latinos, es un tradición vergonzosa que debería haber muerto hace mucho tiempo. La festividad se originó en la época prehispánica, durante el imperio azteca. En una fábula azteca, se dedicó un día a Mictecacihuatl, la señora que guarda los huesos de los muertos. Desde entonces, las familias en mi país de origen, México, dedicaban el 1 y 2 de noviembre a esta festividad. Lo celebran con la esperanza de ver aparecer a sus parientes muertos un día al año. Ellos creen que a estos parientes se les permite salir del purgatorio o de su estado muerto, para visitar a los vivos por un día. Se construyen altares y se fabrican muñecas para representar a parientes muertos. Prepararían la comida y bebida favorita de un pariente fallecido con la idea de que el pariente los visitara y comiera y bebiera con ellos.
La idea es extraña para el estadounidense promedio, tal vez porque esta festividad se celebra sin mencionar demasiado sus creencias. Oímos hablar del Día de Muertos y vemos los esqueletos, los desfiles y las decoraciones, pero se hace poca mención de las creencias reales. Muchos latinos ven esta festividad como un recuerdo molesto de tiempos pasados y como una superstición que retrasa la modernización de nuestra civilización. Han pasado a la alta tecnología, los teléfonos inteligentes, la inteligencia artificial, la tecnología robótica y la exploración espacial. Muchos comparan a los que celebran el Día de Muertos con los niños que creen en Santa Claus o creen que los Avengers son reales. Tal vez estos latinos eventualmente interrumpan la tradición lo suficiente como para ponerle fin indefinidamente. Mi madre ni yo celebramos esta fiesta, pero por respeto a mi anciana abuela, sufrimos al ver su altar en su sala de estar.
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